jueves, 8 de marzo de 2012

ESCUCHANDO A CARMEN LINARES DESDE MI BALCÓN


“Ay, Carmeliya Linares,
siempre sembrando el delirio
en el huerto de la sangre”.

Desde mi balcón abierto
para que tu voz escape,
contemplo platos azules
sobre el blancor de las cales
y azulejos que atemperan
amarillos tulipanes.
Palmeras y filodendros,
luciendo sus verdes carnes,
se postran ante el jazmín
-palio de oloroso encaje-
que va alumbrando jazmines
para hermosear la tarde.

“Ay, Carmeliya Linares,
palio, tú, de dulce vuelo
que acaricia los cantares”.

Retar oigo mis canarios,
con sus trinos más vibrantes,
a los gorriones pardos
que en los tejados debaten.

“Ay, Carmeliya Linares,
canario de flauta negra
cantando por soleares”.

Ver no quiero ni la calle,
estar prefiero en el ámbito
de tu voz incomparable
para sentir en mi frente
los latidos de tu sangre.
“Ay, Carmeliya Linares,
rojo sol atiborrado
de melodías brillantes”.

Por qué esa luz tan pulida
que te abrillanta el semblante,
se empaña como un cristal
cuando lo agita tu cante.
Dónde encontraste la letra
de ese martinete grande,
desgarrado y transparente
como el parto de una madre.
Dónde esa voz, armoniosa
y dulce como un enjambre,
que va arrancando sonidos
y lamentos deslumbrantes.

“Ay, Carmela, Carmeliya,
“toítas” mis flores lloran
al son de tus seguiriyas”.

Tomo en mi balcón el aire
y al fuego de tus “soníos”
arden todos mis pesares.





     

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