martes, 13 de diciembre de 2011


                 MORENTE: UNA NOCHE


                            (Cuartillo de una taberna
                           melancólica, velada
                           por una voz extendida
                           pero nunca extorsionada).

   El Morente mayestático
con besos en la garganta,
el corazón sobre lunas
y el aliento bajo el alma,
buscó en la noche los sueños
que van de ronda en Granada.
     Los muros de viejas piedras
oyeron correr el agua;
los jardines florecieron
fulgiendo como esmeraldas;
callaron las lenguas cultas
para escuchar su palabra.
     Granada, la del murmullo,
fue invadida por guitarras
preguntando por Morente
a la llegada del alba.
   Con el aire de los montes
que Chacón bajó hasta Málaga,
“El Habichuela” se entona
y camela a su sonanta
para que exhale el rumor
sonoroso de la calma.
   Y Morente nombra nombres
de Vírgenes sacrosantas;
nombres de los barrios viejos
que conducen a la Alhambra;
niñas de la calle Elvira
tras celosías calladas;
soles de comba infinita
que acarician la muralla
y hacen gemir a los goznes
de sus puertas plateadas.
   La ciudad entera se encierra
en su concha de luz blanca
para guardar el secreto
del genio que la enzalama
con sus cantes somnolientos
en la oscura madrugada.
   Juguetean los espíritus
-como el pájaro en la charca-
con el agua de la fuente
que del corazón le mana
y brinca la inspiración
sobre su voz enduendada
que mora en los aposentos
reservados para el alma.
   El Morente serenísimo
con besos en la garganta,
va por las cumbres del verso
concordando las palabras
para ajustarse a los sones
de improvisadas sonatas
y abriendo caminos nuevos
-como quien no dice nada-
al primor más sorprendente
de la música escanciada
por el germen de la vida
dolorosa y y angustiada.
   El Morente principesco
con besos en la garganta,
volcó esa noche en mi pecho
la almarraja de sus ansias.