MORENTE: UNA NOCHE
(Cuartillo de una
taberna
melancólica, velada
por una voz
extendida
pero nunca
extorsionada).
El Morente mayestático
con besos en la
garganta,
el corazón
sobre lunas
y el aliento
bajo el alma,
buscó en la
noche los sueños
que van de
ronda en Granada.
Los muros de viejas piedras
oyeron correr
el agua;
los jardines
florecieron
fulgiendo como
esmeraldas;
callaron las
lenguas cultas
para escuchar
su palabra.
Granada, la del murmullo,
fue invadida
por guitarras
preguntando por
Morente
a la llegada
del alba.
Con el aire de los montes
que Chacón bajó
hasta Málaga,
“El Habichuela”
se entona
y camela a su sonanta
para que exhale
el rumor
sonoroso de la
calma.
Y Morente nombra nombres
de Vírgenes
sacrosantas;
nombres de los
barrios viejos
que conducen a
la Alhambra;
niñas de la
calle Elvira
tras celosías
calladas;
soles de comba
infinita
que acarician
la muralla
y hacen gemir a
los goznes
de sus puertas
plateadas.
La ciudad entera se encierra
en su concha de
luz blanca
para guardar el
secreto
del genio que
la enzalama
con sus cantes
somnolientos
en la oscura
madrugada.
Juguetean los espíritus
-como el pájaro
en la charca-
con el agua de
la fuente
que del corazón
le mana
y brinca la
inspiración
sobre su voz
enduendada
que mora en los
aposentos
reservados para
el alma.
El Morente serenísimo
con besos en la
garganta,
va por las
cumbres del verso
concordando las
palabras
para ajustarse
a los sones
de improvisadas
sonatas
y abriendo
caminos nuevos
-como quien no
dice nada-
al primor más
sorprendente
de la música
escanciada
por el germen
de la vida
dolorosa y y
angustiada.
El Morente principesco
con besos en la
garganta,
volcó esa noche
en mi pecho
la almarraja de
sus ansias.